domingo, 28 de agosto de 2016

Situación actual de librerías y bibliotecas venezolanas

Este artículo debería estar en la sintonía de convertir nuestro hábito favorito en una "sana epidemia" entre quienes nos rodean, pero no puedo referirme a ello si lamentablemente es otra situación a la cual debo referirme. La crisis que actualmente padece mi país (Venezuela), no es necesario que deba reseñarla con muchos detalles pues es harto conocida en cualquier medio informativo o red social. Sin embargo, lo que me molesta es que alcanza un segmento que siempre he estimado y ahora desde donde vivo, se ve muy afectado. Me refiero a las librerías.


Vivo en la Isla de Margarita, perteneciente al estado Nueva Esparta. Por su condición de insularidad, presenta muchas particularidades regionalistas que desde hace décadas atrás se ha revertido con la llegada de "navegaos" (personas de tierra firme que se asentaron en la entidad). 

El progreso de esta región con los años ha alcanzado muchas áreas, la mayoría en torno al turismo: infraestructura hotelera de primera, área económica de Puerto Libre, zonas comerciales que abarcan las urbes más importantes de la Isla, etc.

Nueva Esparta en rojo.
No obstante, todo eso se ha paralizado. La actual crisis económica ha golpeado con fuerza a mi país y Nueva Esparta no escapa a ello. Pero en este post no me referiré a este tema sino una de las áreas que afecta y lamentablemente perjudica mi labor de motivación a la lectura en niños y jóvenes. 

Con el boom comercial que hubo entre los 90 y primera década de este siglo, algunos empresarios se aventuraron en abrir librerías en la Isla para que los insulares pudieran tener los textos de su preferencia al alcance. Desde pequeños establecimientos hasta cadenas de librerías se establecieron para el deleite de los lectores; según lo que te gustara leer, podías preguntar al gerente si tenía el ejemplar y, en caso negativo, podía hacer el trámite para traerlo. 

De ahí algunos se instalaron en los nuevos centros comerciales, los cuales se convirtieron en los nuevos lugares para pasear en las tardes y noches (debido a la inseguridad en las urbes). 

Sin embargo, apenas comenzó la crisis también se percibió en este sector: la cantidad de libros nuevos mermó, los precios dejaron de ser asequibles y no había renovación en el inventario. De a poco las librerías fueron convirtiéndose en establecimientos con estantes vacíos (el venezolano ya sabe esto) y apenas mostrar pocos libros en pequeñas filas; más bien se dedicaron a vender lo que podían, inclusive hasta juguetes y artículos escolares. 

Hace pocas semanas, en una vuelta que di por uno de los centros comerciales más visitados de la Isla, el cual contaba con dos librerías, observé que ambas ya no funcionaban: cerraron sus puertas, con la incertidumbre en el ambiente de saber si volverán.

¿Y las bibliotecas?

Claro, el otro espacio en el cual debería promoverse la lectura por excelencia no se escapa de esto. Gracias a mis primeras visitas hace años a cada biblioteca pública de la Isla (he visitado y conozco unas 15), he observado y hecho el diagnóstico de cómo funcionan.
El personal que labora en ellas lo hacen "de tripas corazón" y "con las uñas", pues el organismo que lo rige (Instituto Autónomo de Servicios de Bibliotecas y Tecnología de la Información del estado Nueva Esparta) no aporta lo suficiente para el personal y el buen funcionamiento de estos centros. 

Las bibliotecas han sufrido también el embate de la delincuencia, con el hurto de equipos de aire acondicionado, computadoras, etc. Inclusive, para agregar peores detalles a lo antes descrito, algunos ejemplares que poseen son vetustos o en malas condiciones, con la salvedad de conseguir libros en buen estado gracias a las donaciones que realizan personas generosas para apoyar a estas instalaciones.

Sin embargo, son muy pocas las personas que se acercan a las bibliotecas públicas de Nueva Esparta por lo antes descrito, lo cual las convierte en sitios poco apetecibles para la lectura.


En conclusión

Sé que muchos opinarán que el problema es secundario frente a las grandes vicisitudes que presenta mi país, pero igual alguien debe expresarse sobre esto. Como amante de la lectura, ver esta situación no es agradable en absoluto y más cuando muchas personas dependen de esta área comercial, no solo en el aspecto de ventas sino de distribución y hasta edición.

Por eso, y lo admito, me causa envidia observar a algunos escritores iberoamericanos con quienes tengo contacto, cuando se quejan por algunos detalles sobre su obra: que si no se publicó a tiempo, que si no ha llegado a tal lugar por la distribución, entre otros aspectos. 

Con ansias espero leerlos, de verdad es un anhelo; mientras tanto, solo podré esperar a que los vacíos estantes se llenen de nuevo.

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